Villajes de corto censo, con fuente de un caño, anchos pueblos a la orilla de ríos de gruesas aguas, paisajes y paisanajes que, descritos, en poco se parecen, o en nada, otros guisos, otras devociones. Por ellas pasaron las guerras, las arrasaron, y cuando revivían los soldados regresaban a son de tambor y trompeta a abatirlas otra vez. Tan levantiscos fuimos que el Gobierno de Madrid alzó cuartel, subiendo al Puy y trajo guarnición de fijo a la caserna.
Yo, a todas estas juntas las llamo como siempre se hizo: "Merindad", que es más justo, cabal y abarcador. Los políticos de reciente hora, que van ciegos a lo suyo, sabrán el porqué de la sustitución, que no yo. Cierto es que esta entrañable-entrañada realidad -intrarrealidad- de procurar cogerla se nos escapa como el agua entre las manos. Horas, días, años, de los que ya no dispongo, me llevarían al imposible de agotar el manantial enterrado. No hay tiempo, no hay papel y ahí ha de quedar, bihotz-bihotza, corazón-entresijo, raíz oscura, mi sustancia vividera, oscureciéndose en el olvido".
Pablo Antoñana
1986
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