"Reunir a todos los bastardos de nuestros reyes es tarea que en un principio se me hizo halagadora y más tarde imposible. Halagadora, digo, porque pensaba ingenuamente que era como meterme en un mundillo de velada picaresca de donde no sabía cómo habría de salir. Y a mí siempre me ha gustado arriesgar el pellejo en aventuras de incierto desenlace. Quizás por no hacer caso al bueno de don Alonso Quijano cuando decía a Sancho: "Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a esta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las que no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos".
Halagadora, porque ver la sangre bastarda de nuestros reyes era como ver un poco nuestra propia historia pasional. No la fría y empequeñecida historia de victorias o de fechas sin nombre y sin amor. La historia de lozanías y devaneos amorosos al atardecer, de amoríos impetuosos y a las veces irresponsables, me incitaba a ponerme de puntillas y meterme en ella de rondón.
Halagadora, en fin, porque pienso y he pensado siempre que la historia menuda es el hilo conductor de nuestra gran Historia. De la mano de nuestros bastardos podríamos recorrer el pulso inédito de mil historias nuevas que diesen vida a las largas gestas y a los años turbulentos o bonancibles, igual da, de la Historia del Reino. Ellos cantan con su vida mejor que mil juglares los avatares y los hechos heroicos, las varonías impetuosas y las paces pactadas para el olvido".
Fernando Videgain Agos
Iruñea 1979
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