Víctor Manuel Egia, experto en temas históricos industriales navarros,
nos ofrece otro interesantísimo artículo de investigación,
en este caso sobre la fábrica de papel sita en Villava-Atarrabia.
Zorionak, Bittor!
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"Aunque ya se conocía desde el siglo XIII
la existencia de bataneros en Villava, como así lo recoge su Estatuto
en 1254, no es hasta 1544 cuando se arregló y transformó el viejo
molino harinero de Villava, en batán trapero. Este molino pertenecía a
la Colegiata de Roncesvalles y estaba situado en la orilla derecha del
río Ultzama, unos 100 metros aguas abajo del puente y de la ermita de la
Trinidad, aprovechando una pequeña presa natural. Para los villaveses
este molino era considerado como “extranjero”, ya que para su
utilización en la molienda del grano debían pagar un determinado canon.
Por ese motivo construyeron su propio molino aprovechando el agua en
este caso del río Arga: el molino de San Andrés. Esta competitividad
hizo que, a partir de 1544 el batán se dedicara en exclusiva al bataneo
de paños. Durante los siguientes tres siglos contó con distintos
arrendatarios y muchas vicisitudes pero siempre en propiedad de la
Colegiata de Roncesvalles. La crisis pañera de comienzos de siglo XIX y
la francesada obligó a sus propietarios a acometer una importante
reforma de las instalaciones en 1818. Poco después, las medidas
desamortizadoras del ministro de hacienda Mendizábal desalojaron a los
monjes de las instalaciones, saliendo las mismas a subasta pública en
1843 por el precio tasado de 115.197 reales de vellón.
En aquellos años, la familia Ribed era
promotora de las principales sociedades creadas para la construcción de
caminos y carreteras en Navarra. Participaban en las empresas ejecutoras
del camino de Vitoria, de la carretera a Francia por Baztán y en la
compañía para la construcción del camino de Roncesvalles. Por otra
parte, los Ribed también contaban con antecedentes en la producción de
papel. Antonio Ribed Beguería, natural de Uncastillo (Zaragoza) había
tenido arrendado el molino de papel del Hospital General de Pamplona en
Errotazar durante el último cuarto del siglo XVIII. En este contexto,
fue la burguesa familia pamplonesa la adjudicataria de la subasta del
batán de Villava tras la desamortización. En 1846 Bernardina
Piedramillera, viuda de Francisco Ribed, nieto de Antonio, y sus hijos
Juan Pablo y Benito, constituyeron la Sociedad Colectiva “Viuda de Ribed
e hijos” con objeto de instalar una fábrica mecánica de papel continuo.
Para ello iban a aprovechar las instalaciones del viejo molino trapero
de Atarrabia.(Fig.1)
Fig.1 Membrete de la primera sociedad.Colección H.Astibia
La fábrica, de nueva planta, se
construyó entre 1846 y 1847 contando los Ribed como socios con los
franceses Juan Conte Grandchamp y Ernest Lapeyre residentes en Tolosa en
donde ya en 1847 se habían instalado dos factorías con máquinas
continuas. Estos colaboradores contaban con experiencia y eran
conocedores de las últimas técnicas en la industria del papel, lo que
ayudó a la creación del establecimiento navarro. La fábrica adoptó desde
el primer momento el sistema continuo de fabricación mediante una
máquina Fourdrinier. Para la obtención de la energía necesaria se
aprovechó el salto natural en el río Ultzama haciendo una represa de
sillería unos metros aguas arriba y elevando así el canal suministrador
del batán. (fig.2) Durante los primeros años la materia prima empleada
para conseguir la pasta de papel eran exclusivamente los trapos de
lino, cáñamo y algodón. Debidamente troceados y bataneados eran después
tratados con productos químicos como sosa, cloruros y alumbre hasta
reducirlos a pasta de celulosa. Buscando alternativas al trapo, se
intentó hacer pasta con paja y con esparto. Así, en 1872, se constituyó
otra sociedad, “Ribed y Cía”, por Pedro Ribed, hijo de Benito y su
cuñado francés J. Petit de Merville, que compraron terrenos para
producir esparto. Sin embargo, los gastos de producción y transformación
del esparto eran elevados y su rentabilidad menor. De esta forma,
pronto se abandonó el esparto para probar con madera, como ya se estaba
haciendo en muchas factorías europeas. En el propio edificio del batán
se instalaron una desfibradora tipo Vöelter, tres máquinas de
desleimiento de fibras de celulosa y una planta de secado. Desde allí un
pequeño ferrocarril llevaba la pasta hasta las naves en donde se
instalaron las máquinas de papel continuo y de pintado a donde también
llegaba el agua a través de un acueducto de 300 metros. Hasta ese
momento, el sistema continuo de fabricación de papel no se conocía en
Navarra y la fábrica de Villava y la de Sarriá de Ter en Cataluña fueron
las primeras en utilizar la madera como materia prima, en la península.
Eran pues, instalaciones “modernas” y pioneras. El apropiado
emplazamiento, con agua abundante y buenas comunicaciones, las
importantes innovaciones tecnológicas y la buena preparación de sus
promotores, hicieron que la empresa tuviera unos años de gran
prosperidad, llegando a tener más de 100 empleados. Como curiosidad,
cuenta Juan Mañé y Flaquer que su famosa obra “El oasis. Viaje al País
de los Fueros” fue imprimida en 1880 con resmas de papel fabricado en
Villava.
Fig 2.El batán, la presa y la Ermita de la Trinidad. Foto Archivo Municipal de Villava
Durante la Tercera Guerra Carlista
(1872-1876) la fábrica de Villava sufrió al menos dos voraces incendios,
con importantes pérdidas que endeudaron de forma importante a la
empresa. En 1881 y a la búsqueda de nuevo capital, la sociedad familiar
de los Ribed se convirtió en anónima. Así nació la sociedad “La Navarra
S.A.”, con 32 socios, un capital social de 900.000 pesetas y Pedro
Ribed, que llegó a ser diputado foral, como accionista principal.
(Fig.3) Tras otro importante incendio en 1884 se procedió a la
reconstrucción de las instalaciones devastadas y a efectuar algunas
mejoras en el sistema productivo, mediante cocción de la madera, en un
intento de conseguir una pasta de celulosa más pura.
Fig.3 JP Ribed. Gran Enciclopedia Navarra
La madera utilizada para la fabricación
de pasta, fundamentalmente abeto y abedul, debía importarse desde
Noruega, ya que las coníferas de la zona resultaban duras y
excesivamente resinosas. Esto incrementaba de forma notable el coste del
producto por lo que se hizo prueba con los abetos de los montes de
Irati, descubriéndose que su madera era perfectamente apta para
conseguir una buena pasta de celulosa. Por ello la sociedad “La Navarra”
pensó en montar una fábrica de pasta en las cercanías del bosque de
Irati. Tras ganar una nueva subasta pública de una antigua fábrica de
hierro desamortizada por el Estado, construyó una fábrica de pasta de
papel en el barrio Olaldea de Orotz Betelu aprovechando en parte, sus
viejas instalaciones. De esta fábrica de Olaldea hablaremos en otro
capítulo de la serie.
En 1900 con el ingreso de nuevos socios,
la sociedad La Navarra se transformó en “Papelera Navarra S.A.”, con un
capital de 1,3 millones de pesetas y sus dos importantes instalaciones
en Villava y Orotz-Betelu. También en esos años se estaba desarrollando
la producción de energía eléctrica, transformada de la hidráulica
mediante turbinas o mediante máquinas de vapor. La recién constituida
“Electra Irati”, con importante participación del ilustre ingeniero
villavés Serapio Huici también uno de los mayores accionistas de
Papelera, se comprometía a suministrar 320 caballos de energía
procedentes de su central de Orotz-Betelu. El complejo papelero de
Villava fue una de las primeras industrias en contar con electricidad,
tanto para movimiento de la maquinaria como para iluminación lo que
propiciaba la posibilidad de trabajo nocturno. Los excedentes
suministrarían, además, energía a la villa para su alumbrado. (Fig. 4)
Fig.4 Las instalaciones a principios del siglo XX. Archivo Municipal de Villava
El desarrollo de las artes gráficas y la
expansión de la prensa periódica de finales del siglo XIX fueron las
bases de un crecimiento grande, aunque desordenado, en la industria
papelera. Las previsiones de un rápido crecimiento en el consumo de
papel habían conducido a la multiplicación de instalaciones,
especialmente entre los años 1890 y 1894. A comienzos de siglo XX había
en el estado doscientas fábricas papeleras, todas ellas pequeñas y con
importante dispersión geográfica. Sin embargo, la demanda interior no
creció lo esperado, se perdió el mercado colonial y aumentaron los
precios de las pastas importadas. Estas razones de mercado, unidas a la
diversidad excesiva en los tipos de papel producidos y a la utilización
inadecuada de la maquinaria, pusieron en dificultades importantes a
muchas fábricas.
Fue Nicolás Mª Urgoiti, ingeniero y
director gerente de la fábrica papelera del Cadagua en Bizkaia, el que
se dio cuenta que su empresa poseía las mismas máquinas y producía los
mismos tipos de papel que otras fábricas cercanas (Errenteria, Tolosa,
Arrigorriaga, Atarrabia, Orotz-Betelu), sin que hubiera mercado
suficiente para todas. Urgoiti promovió los correspondientes estudios de
mercado y reuniones de las juntas de accionistas de las diversas
empresas y el 25 de Diciembre de 1901 se firmó en Villava el acuerdo de
fusión, naciendo así “La Papelera Española”, en la cual se integraron
once fábricas, la mayoría vascas. (Fig.5)
Fig.5 La Papelera Española. Sus fábricas y almacenes.Colección H.Astibia
Los dos elementos clave de la estrategia
de Nicolás Urgoiti en lo referido a la estructura interna de la empresa
fueron la especialización y la integración vertical. Cada máquina fue
destinada a la elaboración de un solo producto, con la finalidad de
evitar los fuertes costes que ocasionaban los cambios de serie. Este
proyecto obligó a desarrollar un ambicioso programa de reformas y a
realizar importantes inversiones, dados los problemas estructurales de
algunas fábricas. El proceso de concentración fue, por tanto, una de las
principales líneas estratégicas de Papelera Española. Algunas
instalaciones debían cerrarse, mientras se potenciaban otras mejor
situadas. Esto se hizo aún más patente cuando en 1914 se creó una
entidad llamada “Central Papelera” agrupando a las principales fábricas
guipuzcoanas y algunos fabricantes catalanes, además de las factorías de
Papelera Española. La producción y comercialización de determinadas
clases de papel (impresión, satinados y embalaje) quedaba centralizada y
bajo control del consorcio. Para 1915 la Central Papelera controlaba
más del 70% de la producción total de papel del estado, fijaba los
precios y distribuía los pedidos en función de unos cupos para cada
fábrica. Al margen de evitar la competencia, esta política de control
iba dirigida a promover la especialización y la mejora de la
productividad. El ajuste del exceso de capacidad debía realizarse
mediante la generalización del descanso dominical y el cierre
indemnizado de las fábricas poco productivas llegando así en 1914 el
cierre definitivo de la factoría de Olaldea.
El fuego que ya había causado grandes
daños en varias ocasiones en el último tercio del siglo XIX se cebó con
la papelera de Atarrabia. Durante las fiestas de 1907 y probablemente
por culpa de un cohete un terrible incendio destruyó prácticamente la
factoría causando además la muerte de un joven obrero en las labores de
extinción. Esto supuso una gran pérdida económica para una instalación
cuya viabilidad ya estaba cuestionada. Antonio Doria que dirigía la
fábrica tuvo una gran visión de futuro y ante el previsible cierre
buscó la especialización en la fabricación de bolsas a mano con los
sobrantes del papel. Así nacía el 9 de marzo de 1909 “Gran Manufactura
de Bolsas Onena”. Tras unos años de transición, a partir de 1922 en
Atarrabia ya no se trabajaba más que en bolsas y sacos de embalaje lo
que supuso la pérdida de unos 200 puestos de trabajo. Sin embargo,
rebautizada como “Onena S.L” en 1929 ya copaba el 70 % del mercado
nacional de estos productos. (Fig.6)
Fig.6 Membrete de Onena en 1927.
En 1941 dejó de depender de Papelera
Española y se procedió a una amplia reforma de las instalaciones.
(Fig.7) Los años 60 y 70 fueron años brillantes contando con hasta 750
trabajadores y siendo empresa líder en el sector. Ahí se inició el
declive progresivo, que terminó en suspensión de pagos en 1981, la venta
a Viatech una multinacional americana en 1988, la fusión con Ingosa en
1993 y finalmente el cierre de las instalaciones de Atarrabia en 1994.
Ingosa llevó su fábrica a Ibiricu y hoy día, nuevamente llamada “Onena
Bolsas de Papel S.A.” y con buena parte del capital del Gobierno de
Navarra está consolidada en el sector y es una de las empresas más
antiguas de Navarra.
Fig.7 La fábrica en los años cuarenta AMV
Quedan como testimonio de aquellas
grandes instalaciones la hermosa chimenea de piedra, recién restaurada,
(fig.8) el batán trapero también arreglado, la presa sobre el río
Ultzama y un pequeño tramo del acueducto que unía el batán con el resto
de las instalaciones. Una buena parte de los terrenos se han convertido
en parque, dedicado a la familia Ribed y que sirve de espacio de ocio y
descanso a los villaveses, que pasaron de traperos a papeleros como así
lo muestra en la actualidad otra gran empresa del sector ubicada en la
localidad".
Fig.8 La primitiva chimenea de piedra restaurada.Foto VME
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