"La gran tejería mecánica pamplonesa" es el nombre que recibe
este espléndido trabajo realizado por el autor Víctor Manuel Egia Astibia:
"El empleo de tejas para cubiertas de
casas y otros edificios se atribuye a los griegos, que ya utilizaban
placas de cerámica, delgadas y ligeramente curvadas, de ahí el origen de
la palabra tejado. En tiempos pasados se han usado también las
tablillas de madera, lajas de piedra o pizarra, dependiendo de las
zonas, para el mismo fin. Más tarde se generalizó la utilización de la
teja de arcilla cocida que es la mejor para aguantar la lluvia y nieve.
Además su impermeabilidad mejora con el tiempo al colmatarse sus poros
con polvo, musgos etc. “De comprar vieja, compra teja” dice un
antiguo dicho alfarero. Aunque hay distintos tipos de teja y también
diferentes formas de colocarla, la llamada teja árabe o curva ha sido la
más utilizada en nuestro medio. Durante muchos años, la fabricación de
teja ha sido habitualmente artesanal, moldeando y cortando la arcilla
humedecida manualmente para luego secarla durante horas al sol.
Finalmente debe cocerse en pequeños hornos, de la misma forma que los
ladrillos y conseguir así su textura e impermeabilidad. Así, en cada
pueblo o población había algún artesano que fabricaba las tejas y
ladrillos para su uso personal y de sus vecinos cercanos.
No es hasta mediados del siglo XIX con
el comienzo del desarrollo industrial, cuando la fabricación de tejas y
ladrillos se va concentrando en determinados lugares para poder
incrementar la producción e irán apareciendo pequeñas o medianas
tejerías especialmente en las grandes poblaciones. También es en esa
época cuando se comienza a fabricar la teja plana que al tener una forma
más dificultosa para hacerla manualmente va a requerir la utilización
de moldes. De esta forma las piezas van a ser todas iguales en tamaño y
forma e incluso van a permitir la impresión del fabricante en su parte
inferior. En Nafarroa en el último tercio del siglo XIX se fueron
creando tejerías industriales en Olite, Tafalla, Alsatsu y también en
Iruñea en donde la “Gran Tejería Mecánica Pamplonesa” fue una de las
fábricas más importantes que contribuyó al primer desarrollo industrial
de la ciudad.
La Gran Tejería Mecánica en 1909. Foto: A. García Dean (Colección Arazuri).
Años más tarde ya iniciado el siglo XX
se creó la Tejería Mecánica de Industriales en Mendillorri de la que
hablaremos en otra ocasión y de la que hoy se conserva únicamente su
esbelta chimenea de ladrillo.
El 14 de noviembre de 1881 se constituyó
en Pamplona ante el notario Salvador Echaide una sociedad anónima con
el nombre de” Gran Tejería Mecánica Pamplonesa”.
Anuncio en Vida Vasca 1933.
El objeto principal de la sociedad era
la elaboración mecánica de toda clase de tejas, ladrillos, adornos
arquitectónicos y demás artículos análogos. El capital inicial fue de
150.0000 pesetas en 300 acciones de 500 pesetas cada una. Sus socios
fundadores fueron: Pedro Jose Arraiza, Juan Artola, Joaquin Baleztena,
Miguel Cía, Felipe Gaztelu, Juan Iturralde y Suit, Pablo Jaurrieta,
Ricardo Lipuzcua, Francisco Seminario y Félix Constantin. Todos eran
vecinos de Pamplona excepto Constantin que era bearnés de Tarbes y
agente general en Iruñea de la casa de seguros Compañía Francesa del
Fénix. A este último se le concedieron 15 acciones por los servicios a
prestar como director de la fábrica y el Consejo de Administración lo
formaron inicialmente los señores Arraiza, Seminario y Cía. Destacar de
entre sus fundadores al escritor Juan Iturralde y Suit y algunos otros
miembros pertenecientes a la Asociación Euskara.
Casi de inmediato, en enero de 1882, se
iniciaron las obras de la fábrica en el término de Euntzetxiki muy cerca
de la Estación del Ferrocarril del Norte. Justo al lado se encuentra
Buztintxuri que, como bien indica su nombre, era lugar de abundancia en
arcilla blanca.
Mapa de situación sobre el callejero actual.
Allí en el Barrio de la Estación se
fueron ubicando las primeras fábricas pamplonesas en lo que podría
considerarse como el primer polígono industrial de Pamplona. Esa
ubicación fue debida no sólo a la cercanía del ferrocarril que iba a
permitir la salida de la producción sino también a la prohibición de
edificar en las cercanías de Iruñea, dentro de las llamadas zonas
polémicas instauradas por las ordenanzas militares de la época. Durante
el primer semestre del año 1882 se construyeron las naves bajo la
dirección de Constantin y su ayudante Domingo Dublan conformando una
superficie total de 5.800 metros cuadrados. Un ramal de vía férrea que
partía de la parte oeste de la Estación del Norte llegaba hasta las
instalaciones de la tejería dando servicio al aporte de material y a la
salida y distribución de las piezas fabricadas. El 17 de junio se
anunció en prensa que las obras estaban a punto, el horno continuo
terminado y se había recibido la excelente y complicada maquinaria del
extranjero, con lo cual podría inaugurarse la fábrica en las próximas
semanas y los forasteros que visiten Pamplona por San Fermín tendrán ocasión de admirar las obras.
Una vez puesta en marcha, la actividad
fue notable, a pesar de que, sobre todo en primavera, las persistentes
lluvias impedían algunas labores. Para finales del 82 con una producción
de dos millones de ladrillos/año ya se repartían dividendos del 6%
entre los accionistas. Este porcentaje se iría incrementando en los años
siguientes en los que se dobló la producción. Una máquina de vapor de
35 cv imprimía el movimiento a los cilindros trituradores y amasadores
hasta dar a la arcilla el punto de homogeneidad necesario. Dos máquinas
de moldear transformaban la masa en ladrillos de todos los tamaños y
figuras, y una potente prensa de fricción moldeaba las características
tejas planas de la empresa.
Teja plana. Foto: V.M.E.
Estos productos tras pasar por los
secaderos se sometían a la cocción en dos grandes hornos continuos. El
precio de la teja plana era entonces de 25 céntimos por unidad según se
deduce de la factura cobrada al Ayuntamiento de Garralda por el
suministro de 7.200 unidades para la reconstrucción de sus tejados tras
el terrible incendio de 1899. Con las buenas perspectivas de
crecimiento, en abril de 1885 y siendo presidente del Consejo de
Administración Martin Sara, se montó un molino de yeso con los mayores
adelantos conocidos para lo cual el Sr. Constantin viajó a Paris a
adquirir la maquinaria necesaria. La producción de yeso era de 700-800
robos diarios (unos 20 mil kilos) vendiéndose al precio de 0,9 céntimos
el saco de 53 kilos. La sociedad pasó a llamarse desde entonces “Gran
Tejería Mecánica Pamplonesa y Fábrica de Cal y Yeso”. Un taller especial
fabricaba los adornos en yeso tan característicos de la arquitectura de
la época tanto de viviendas como de establecimientos comerciales o
industriales.
Dentro de lo que podría llamarse obra
social, en 1884 se hicieron viviendas económicas para los obreros como
se acostumbraba en la época o se cedió la teja gratuitamente para el
Asilo del Niño Jesús que ese año había promovido el conde de Ezpeleta.
El 9 de agosto de 1886 se produjo un
terrible accidente al desplomarse la gran nave sur de ochenta metros de
largo por doce de ancho y que servía como secadero. En el momento del
derrumbe, las 8,45 de la mañana, cinco obreros se encontraban colocando
ladrillos en los estantes, tres de los cuales fallecieron en el acto y
los otros dos quedaron gravemente heridos. El accidente fue achacado a
problemas en la construcción de la nave.
Ladrillos macizos. Foto: V.M.E.
En 1909 según relata la revista La
Avalancha en su número 352, el Consejo de Administración lo formaban los
señores Juan Sanjulián, Vicente Lipúzcoa y Francisco Usechi, siendo su
capital social de 600.000 pesetas, dividido en mil acciones de 500
pesetas. Era director gerente Joaquín Garjón, administrador Bibiano Cía y
contable Blas García. La producción anual era de 6.000.000 de productos
de distintas clases, como ladrillos ordinarios de varios tamaños, en
colores blanco y rojo, tejas planas y curvas en ambos colores, adornos
de arquitectura, baldosas de barro y cemento, y otras aplicaciones. Es
de hacer notar que dependiendo del color de la propia arcilla las tejas y
ladrillos son más amarillentos o más rojizos aunque también se le
pueden añadir colorantes para conseguir el color deseado. La arcilla
caolítica con alto contenido en alúmina sirve para hacer ladrillo
refractario resistente al calor para utilizar en hornos y chimeneas.
Ladrillo refractario de forma irregular para la construcción de chimeneas. Foto VME
El edificio constaba de un cuerpo
principal, donde estaba la maquinaria que tras la llegada de la
electricidad era movida por esta, siendo suministrada por la sociedad
eléctrica «Aguas de Arteta», y dos hornos continuos sistema «Simón».
Tenía además dos series de secaderos a ambos lados del cuerpo principal,
y detrás de éste varios cubiertos destinados al invernaje de las
arcillas. Poseía también la Sociedad vastos terrenos donde se hacía la
extracción de la arcilla necesaria para la fabricación del ladrillo y
teja, cuya extensión total excedía las cien robadas. En la Gran Tejería Mecánica Pamplonesa se empleaban, en la época, de 80 a 100 obreros diariamente.
Altadill en su Geografía del País
Vasco-Navarro publicada en 1913, dice que la capacidad productora se
calcula en 29.000 toneladas anuales constituidas principalmente por
ladrillo adoquín, ladrillo hueco en sus varias modalidades, tejas planas
y árabes, tuberías, molduras, canales, columnas y otras piezas
ornamentales surtiendo de estos materiales no sólo a Navarra sino
exportando muchas toneladas por año a Vitoria y Logroño. Contaba la
fábrica con poderosas máquinas para molturación y amasijo de arcillas,
motores de vapor y eléctricos, varias prensas, dos series de hornos de
caldeo, amplísimos secaderos y demás accesorios ocupando diariamente a
130 hombres de promedio.
Tejas ornamentales en una casa de Liédena. Foto: V.M.E.
La Gran Tejería Mecánica Pamplonesa
siguió funcionando hasta los años setenta del siglo XX. En la actualidad
siguen existiendo muchos edificios industriales y viviendas con teja
plana de la empresa especialmente en todo el valle del Irati y Aezkoa,
aunque también en otros lugares de Nafarroa. Hoy día se fabrican más
tejas de hormigón que de arcilla y en general las tejerías existentes se
dedican más a la fabricación de ladrillo hueco. Además, el empleo de la
teja para cubrir los edificios es cada vez más raro en nuestro entorno.
La inmensa mayoría de los edificios públicos de nuestra comunidad,
escuelas, centros cívicos, instalaciones sanitarias, y muchos bloques de
viviendas han dejado de tener tejado. La vista de los conjuntos urbanos
desde el aire semeja cada vez más a las poblaciones del Oriente medio y
norte de África y no debemos de olvidar que el nivel medio de las
precipitaciones es aquí bastante elevado. La consecuencia es la
frecuentísima aparición de humedades y goteras en dichos edificios
públicos. Despreciar de ese modo dos mil años de historia de la teja no
puede justificarse en base a la modernidad o la innovación".
No hay comentarios:
Publicar un comentario