2014-09-20
¿Verano?
El amigo José Javier hoy mismo me ha preguntado
por el verano que hemos tenido, o no, en la capital navarra.
Al parecer, y como acostumbramos a decir a veces los iruñsheme-iruinalabak,
este año "no ha hecho verano".
El otro día, al hilo de Escocia, le escuché decir a uno de allá un chiste patrio.
Según él, "verano es mi día del año favorito".
Así que no sólo es cosa de aquí lo de que esta ciudad tiene dos estaciones,
"invierno y la de autobuses"...
Pero no es cierto. Ha hecho verano, claro que sí, y bien largo. Me explico.
Junio fue cálido, julio y agosto un poco frescos y septiembre, hasta ahora muy cálido.
Junio estuvo algún grado por encima de lo normal en la media histórica,
julio y agosto no llegaron a un grado por debajo
y septiembre, a día 20, va más de tres grados por arriba.
Lo de septiembre tampoco es tan extraño, ojo, porque algunos años, como éste,
es recurrente que una borrasca se quede fija al oeste de Galicia,
allí llueve y aquí llega viento sur. Este año es persistente, éso sí.
Pero se trata de un simple capricho casual de la situación atmosférica,
afortunadamente aún no se controlan, ni manipulan, anticiclones y bajas presiones.
Ya cambiará, es sólo cuestión de unos días.
En cuanto a las precipitaciones, junio fue corriente,
en julio llovió más del doble de la media, agosto fue un poco seco
y septiembre va conforme la media que puede esperarse.
Centrándonos en julio, no es que lloviera durante todo el mes, ni mucho menos,
sino que en unos pocos días llovió bastante y luego se quedó nublado por largo tiempo.
Pero para el ciudadano de a pie parece que no ha hecho verano. ¿Por qué, José Javier?
La explicación es sencilla, y es más psicológica que otra cosa.
Así, por muy buen junio que hiciera, en julio y agosto las temperaturas no subieron
y, quizá lo más importante cara a la percepción de la gente en general,
en lo que sí ha sido algo especial este verano ha sido en el corto número de días azules,
los días completamente despejados han sido excepción, simpre había alguna nube,
por lo que, tras "malacostumbrarnos" en junio al calorcico,
dio la impresión que julio y agosto eran un lánguido e interminable inicio de otoño.
Y como en septiembre se retoman cursos y muchos deberes,
da igual el calor que haga, ya no se tiene en consideración como verano,
pese a que esté siendo, hasta hoy, especialmente cálido, bastante excepcional.
Busquémosle el lado bueno al asunto. Y hay varios importantes.
Empezaré por el, para mí, tema principal.
Los picos de mayor mortalidad demográfica suelen coincidir, tristemente,
en momentos de frío y calor intensos y entre la población de más edad.
Pues bien, estos dos últimos años los inviernos son templados en la ciudad,
húmedos pero sin apenas nieve ni grandes y continuadas heladas,
y los veranos también son algo húmedos y sin olas de calor.
Es decir, no han muerto muchísimos ancianos que sí habrían fallecido
en inviernos y veranos que hubieran sido un poco más rigurosos.
Por esta poderosísima razón, ¡bienvenido sea un verano como el de julio y agosto!
Otro tema, el del tan mencionado cambio climático.
Por los datos de dos años no te puedes fiar, José Javier, pero sí se atisba una variación,
caso de que esta tendencia se mantuviera en el tiempo indefinidamente.
Y en lo que nos concierne, se trata de menos frío, menos calor, y más lluvias.
Si te doy mi opinión... ¿Dónde hay que firmar?
Los ríos discurren hermosos, sin cauces desiertos, bajan bien dicharacheros.
Fuentes, regatas y manantiales secos durante largas décadas vuelven a brotar el agua,
tanto en los montes como en los pueblos. Los embalses y pantanos, llenos.
Bosques y pastos, parques y jardines no han estado tan verdes y lozanos
desde hace, por lo mismo, más de cuarenta años. Y apenas hay incendios forestales.
Las dos últimas cosechas de cereales han sido, según los propios agricultores,
mayores que las más grandes conocidas, inauditas, millonarias.
Basta leer los datos de precipitaciones.
En los dos últimos años hemos cubierto la media de lluvias anuales
antes de terminar el verano, cuando aún faltaban varios meses para seguir sumando.
No es que temple y seque, éso sí sería un grave problema. La cuestión es que llueve.
Las nubes en el cielo y la humedad relativa son mayores que la media.
No pisamos nieve en la capital, pero las montañas blanquean cantidad.
Desde las atalayas de la ciudad, mirando hacia los alrededores,
en agosto se ve verde y no pardo y amarillento. Da alegría.
Y, para qué engañarnos, los chaparrones también limpian las calles.
Y si no hace tanto calor se puede pasear sin buscar la sombra,
que aquí en verano el sol en vez de calentar, quema,
este año no hay que esperar a la noche para dar una vuelta y airearse.
En definitiva, José Javier, que por mí todos los veranos como el actual,
incluso con un septiembre algo más fresco y húmedo,
qué me importa a mí que las playas no se llenen cuatro días
si las plantas resplandecen y el bosque avanza por toda nuestra geografía.
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