El pianista Joaquín Larregla escribió sobre el violinista Pablo Sarasate:
"Quien le hubiese escuchado una sola vez
distinguiría en lo sucesivo entre todos los violinistas
el sonido amplio, fino y encantador de Sarasate.
El arco que usaba parecía no tener fin.
Los sonidos armónicos eran de una transparencia cristalina,
y aquellos pizzicatos ejecutados en la mano izquierda
eran de una sonoridad verdaderamente sorprendente.
La afinación era de una exactitud matemática,
lo mismo cuando ejecutaba en una cuerda
como cuando lo hacía con dos.
Casi se podía dudar si eran dos los violines que sonaban".
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