Introducción
Zizur Menor (Zizur Txikia) es una población y concejo del ayuntamiento de la cendea del mismo nombre (Cendea de Zizur/Zizur Zendea), en la Cuenca de Pamplona
(Iruñerria) y se localiza a unos 5 kilómetros al Sur de la capital
navarra. El crecimiento urbano de las últimas décadas ha convertido este
concejo en parte de la aglomeración que tiene su centro en
Iruñea-Pamplona.
La celebración el pasado mes de octubre de la fiesta de las ikastolas
de Navarra, Nafarroa Oinez 2012, en Zizur Menor, organizada por San
Fermin Ikastola, centro educativo ubicado en dicha localidad, sirve de
motivo para reescribir este pequeño texto, hilvanado ya por el autor
cuando la mencionada ikastola se hizo cargo de la organización de esta
fiesta en el año 2000 y, más tarde, plasmado parcialmente en los
prólogos de dos libros: el primero de ellos de Urbeltz (2000), centrado
en la interpretación del carnaval y los bailes de espadas, y el segundo
el que sobre la Cendea de Zizur escribieran Roda y Díaz de Uré (2008).
Entonces como ahora, el propósito de lo escrito ha sido esbozar algunas
ideas y comentarios sobre la vida en Zizur Menor, cuando esta población
todavía era una aldea de labradores. Los datos aquí expuestos permiten
remontar en el tiempo a la primera mitad del siglo XX y provienen de lo
vivido de niño por el autor y, sobre todo, de lo oído de su madre y
tías, naturales de dicho lugar de la Cuenca de Pamplona.
Una pequeña aldea
Hasta prácticamente los años 70 del pasado
siglo, Zizur Menor, como la mayor parte de las localidades cercanas, era
todavía una aldea donde la vida de sus vecinos seguía muy ligada a la
tierra. Por las calles picoteaban las gallinas y el suelo estaba lleno de cacamicores
(Fig. 1). El paisaje era más diverso que ahora. En la presa de piedra
del río Elortz, junto al molino, hoy en ruinas, había mejillones de río,
algunas de cuyas especies actualmente se encuentran casi extinguidas.
En el pueblo no había chalets. Casa Aierra, o Casa Argiñano, tenía forma
alargada, con paredes de piedra, balcones de fundición y puertas y
ventanas de ladrillo rojo. De día la puerta principal siempre estaba
abierta. Por uno de los cuadrantes superiores entraban las golondrinas,
que año tras año criaban en una viga del fondo. Una vez dentro, a los
lados estaban la bodega y la cuadra. La planta superior era la vivienda y
arriba estaba el desván donde, entre otros muchos objetos, había un
viejo fusil, con la culata llena de carcoma. Quizás se utilizó en la
última de las carlistadas, esas guerras que tanta muerte, destierro y
emigración forzosa a América trajeron a nuestro pequeño País
Vasconavarro.
Fig. 1.- Casa Argiñano y el camino de Pamplona en el Zizur Menor/Zizur Txikia (Navarra) de la década de 1930. Todavía no hay carretera asfaltada. Las gallinas picotean libres por la calle. El único vehículo aparcado es un carro. (Archivo familiar Astibia-Aierra).
Cuando la gente de Zizur hablaba de sus convecinos con frecuencia se
referían a la casa (Zaragueta, Ezpeleta, Mantxo, Lusarreta, Naunekua o
Nonekoa, Ordenakoa, Ronkal o Etxeberria, San Martin, Eslaba, Aierra o
Argiñano, etc.), y más cuando lo hacían de los conocidos y parientes de
otros lugares. En Zizur Menor, como en el resto de Navarra, la casa ha
sido un centro. La Casa y la Comunidad vecinal son instituciones básicas
en el Derecho Pirenaico. Las personas mayores han mantenido vivo el
sentido de pertenencia a la casa; y también la precisa utilización de
los nombres de términos y caminos que pronunciados Lamurdi (Anburdia),
Sacana (Sakana), Bacharán (Baltxaran), Estissu, Istissu (Istizu),
Esquirozalai (Ezkirotzelaia), Elarre (Larrea), Elizpe (Elizpea),
Larrascuncea (Larraskuntzea), el Moriau (Huerta del Moro), el Soto,
etc., permitían ubicar cualquier actividad o acontecimiento ocurrido en
el pueblo. Hoy en día, la pérdida de la cultura propia y la
transformación del paisaje, consecuencia de una agricultura agresiva con
el medio y la creciente urbanización del mismo, cuando no han borrado
estos términos, los han relegado a nombres de calles o solo topónimos en
el mapa.
El Zizur de antaño era una pequeña aldea de ovejas y bueyes, trigo y chacolí. La
economía local era casi autárquica. En todas las casas, —que no
caseríos (baserriak), dado que en la vertiente mediterránea de Vasconia,
lo que supone la mayor parte de su territorio, apenas hay caseríos—,
había animales y se cultivaba un poco de todo. La caza de codornices y
perdices, —y tordanchas, chogarimas, cholomas y aates, entre
otras muchas aves— venía a suponer un pequeño complemento de la
alimentación doméstica. Podría decirse que la agricultura era ecológica,
dado que más allá del fiemo como abono de campos y huertas y el azufre y
el sulfato para tratar las viñas, casi no se utilizaban más productos
para sacar adelante las cosechas. Al no echar a la tierra tanta ciquiñosería
como ahora y no utilizarse la sofisticada maquinaria de la agricultura
industrial reciente, había que trabajar muy duro. La gente de cierta
edad coincide en afirmar que las jornadas de trabajo eran largas aunque,
por lo general, la vida era alegre, no faltando que comer en las casas.
Fig. 2.- Vieja imagen, proveniente de una publicación de la International Harvester Company of America (J. E. Buck editor, Chicago, U. S. A., 1913), que recoge fotografías de labores agrícolas de todo el mundo y, en este caso, muestra una escena de siega mecanizada en Navarra. La segadora es arrastrada por una pareja de bueyes. El paisaje parece corresponder a la zona media de Navarra. (Archivo familiar Astibia-Aierra).
Era pesado ir a las piezas a quitar los ciapes o a recoger
sarmientos. Las modas cambian y las mujeres iban al campo totalmente
tapadas y cubiertas para no ponerse morenas, que por aquel entonces era
signo inequívoco y poco estético de su condición campesina. Las
evocadoras fotos de Nicolás Ardanaz recogieron, no sin cierta
idealización escénica, aquellas faenas en muchos pueblos de Navarra
(Ardanaz et al., 2000). Apenas había personas obesas. Los labradores
estaban flacos, porque con las caminatas y tanto trabajo a base de layas, sardes, tallas y zarracamaldas, se quemaban muchas calorías. El golde y el brabant, también la area
y las primeras segadoras, se pasaban con parejas de bueyes, animales
parsimoniosos al andar y, según contaban, algo delicados de salud (Fig.
2). El ganado muerto se solía dejar en un lugar concreto del término y
los buitres, que venían de hacia la “Peña de Etxauri” (Sierra
de Sarbil), procesaban rápidamente los cadáveres. Todavía al pasear es
posible encontrar semienterrada y roñosa alguna que otra herradura de
buey en los campos y ezpuendas de la Cuenca, humildes
documentos del trabajo agrícola de aquellos tiempos. La trilla se
realizaba con bueyes o caballerías en la era. Más tarde llegaron las
“modernas” trilladoras, movidas por locomóviles de vapor y los primeros
tractores (Fig. 3). Estas máquinas eran caras y, con frecuencia, eran
los concejos los que las compraban para uso común de los vecinos. Hoy en
día, fiestas como el “Día de la Trilla”, en la localidad de Salinas de
Ibargoiti/Getze Ibargoiti o la “Fiesta del Mundo Rural” de Miranda de
Arga, recuerdan en Navarra los oficios y labores agrícolas de antaño
(Fig. 4).
Fig.3.- Izquierda, trillando junto a Casa Ezpeleta en Zizur Menor (Alta Navarra). Una “moderna” trilladora con lanza-pajas, marca Fermín Astibia de Pamplona, introduce la paja en el interior de la iglesia románica de San Miguel Arcángel, edificada en el siglo XII por los caballeros de la Orden de Malta (Sanjuanistas). Durante muchos años el templo, hoy restaurado y cedido por el Gobierno de Navarra en 1997 a los sanjuanistas, fue utilizado como pajar. Fotografía de 1928. Derecha, abonando con fiemo los campos de Etxabakoitz (remolque fabricado en la fundición Electroaceros FA de Etxabakoitz). Al fondo destacan las siluetas de las dos iglesias románicas de Zizur Menor; a la derecha, la de San Emeterio y San Celedonio y, a la izquierda, la de San Miguel Arcángel, de la Encomienda Sanjuanista. Década de 1950. (Archivo familiar Astibia-Aierra).
A una con el desarrollo de la industria moderna del hierro de su área
atlántica, el agro de la vertiente mediterránea de Euskal Herria se
mecanizó tempranamente, con un número importante de empresas fabricantes
y comerciales de maquinaria agrícola (Pinaquy, Ajuria, Aranzabal,
Astibia, Gómez de Segura, Múgica y Arellano, etc.) que también vendían
sus productos en otras zonas de la península. La introducción del arado
“brabant” desde finales del siglo XIX supuso un enorme avance en las
tareas de labrado. Por sus prestaciones y construcción en hierro y acero
también se le llamaba “la máquina”, de tal forma que en muchas zonas de
Navarra a labrar se le llama maquinar, siendo un “maquinao” cualquier pieza labrada.
Fig. 4.- Izquierda, “Día de la Trilla” en Salinas de Ibargoiti/Getze Ibargoiti (Navarra), en Julio de 2002. La imagen recoge a una trilladora de la casa alavesa Ajuria, modelo nº 0, de los años 50 del pasado siglo, movida por un tractor Lanz Bulldog, de los años 60 (?). Derecha, “maquinando”, en mayo de 2002, con un arado brabant de la marca Aranzabal de Vitoria (Álava), en el caserío Atxene, de la familia Bilbao, en el barrio Peruri de la localidad vizcaína de Leioa. La pareja de bueyes de la fotografía, bien entrenada para el arrastre de piedra (idi-probak, idi-demak), movía el arado con gran rapidez. (Fotografías del autor).
Al rico chacolí
Quizás a algún lector le ha podido extrañar que al hablar de Zizur se
haya mencionado la palabra sarmiento, y, un poco antes, bodega, chacolí
y viña. No debe sorprenderse, porque hasta los años 60, y mucho más en
las décadas precedentes, en Zizur, como en la práctica totalidad los
pueblos de las cuencas de Pamplona y Agoitz y áreas colindantes había
muchas viñas (Fig. 5). En las viñas había higueras de higos dulcísimos y
pomos (Sorbus domestica), árboles cuyos frutos (pomas), al igual que las mízpolas,
solo se pueden consumir cuando están muy maduros, a punto de pasarse.
Es muy numerosa la toponimia antigua y actual alusiva a la cultura
vitivinícola en toda la zona (Kapana, kapanapea, Ardantzeondoa,
Ardantzepea, Moskateldegi, las viñas, etc.) (Jimeno Jurio, 1986).
Además, al vino que se hacía aquí, mayoritariamente tinto y con cepas
mediterráneas, como la garnacha o el tempranillo, siempre se le ha
llamado chacolí (txakolina), palabra ausente en las
publicaciones oficiales más recientes sobre el vino de Navarra. En la
actualidad se piensa que los chacolíes son exclusivos del área atlántica
de Vasconia, pero esto no es así. El chacolí también ha sido el vino
típico de Iruñerria y áreas colindantes, presente en unos cuantos himnos
de las peñas sanfermineras de la capital navarra (Astibia, 1992; 2011).
En términos generales, el área histórica reciente del chacolí viene a
coincidir con aquellos lugares de las zonas media y norte del Euskal
Herria en las que se ha cultivado la vid pero no, al menos de manera
importante, el olivo.
Fig. 5.- Izquierda, alrededores de Zizur Mayor donde pueden observarse varias viñas de chacolí y los caminos de antaño. Foto tomada de la memoria del Mapa Geológico de Pamplona (MAGNA, 1:50.000) elaborado por Mendizabal y Ruiz de Gaona en 1949. Derecha, etiqueta de “Chacolí de Ezcaba”, del cosechero Francisco Sarasibar, de Antsoain, población navarra muy cercana a Pamplona. La misma indica la concesión de un premio en la “Exposición de vinos nacionales” de Barcelona de 1929, así como la variedad utilizada (garnacha) en la elaboración del vino. Todavía cercanos en el tiempo los estragos producidos en el viñedo europeo por la plaga de la filoxera, en la etiqueta se indica, asimismo, la variedad o pie, de origen americano (Riparia), utilizado como porta-injertos en la viña. (Década de 1930, cortesía de la familia Sarasibar de Antsoain).
En tiempos llevaba cierta fama el chacolí de las faldas del monte
Ezkaba, en las cercanías de Pamplona. Julio Galar, agricultor de Salinas
de Pamplona (Getze), aún sigue haciendo algo de chacolí para casa y sus
amigos. Como otros tantos vecinos de Zizur, Justo Ayerra Arguiñano,
abuelo materno de quien escribe, hacía chacolí y le gustaba invitar a un
vaso con alguna guindilla a los esparzarros que pasaban por el
pueblo de vuelta a casa. Incluso, los años en que la producción había
sido abundante solía vender chacolí en Pamplona. Contrasta la abundancia
de pseudo-sidrerías y pseudo-pubs, con la falta de proyectos
empresariales encaminados a recrear los “chacolís” (txakolindegiak), antaño tan típicos en la capital navarra y su cuenca.
Fig. 6.- Juventud del pueblo y alrededores en fiestas de Zizur Menor, en la primera mitad de años 30 del siglo pasado. Izquierda, posando probablemente en el tinglado para los músicos. Corre el chacolí. Apenas hay pañuelos atados al cuello y, probablemente, ninguno es rojo. Hay un predominio, sobre todo entre los mozos, de las camisas blancas, limpias, festivas, pero ningún pantalón o falda de ese mismo color. En esta y las otras dos fotografías se ven unos cuantos pares de alpargatas blancas. Canotiers o gondoleros y gafas de sol a la última moda, chic, pretenden dar un toque urbano y de modernidad a sus portadoras. Ellos, cuando se cubren la cabeza, lo hacen más con boina. Derecha arriba, juventud bailando la jota en la era del pueblo. El movimiento circular (espiral) recuerda los tradicionales bailes de la era e ingurutxos. Derecha abajo, hombres, mozos y niños, de animado paseo, posando frente a casa Roncal (Etxeberria). (Archivo familiar Astibia-Aierra).
Autor: Humberto Astibia, Facultad de Ciencia y Tecnología, UPV/EHU
Este trabajo ha sido publicado en la siguiente dirección de internet:
www.euskonews.com/0654zbk/gaia65403es.html?iturria=boletina&alea=0654
Posdata:
Zorionak, Humberto, mundiala zara!
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