Victor Manuel Egia Astibia ikerlari bikainak bertze artikulu bat argitaratu du:
El sobresaliente investigador Víctor Manuel Egia Astibia ha publicado otro artículo:
"La fábrica de pasta de papel de Olaldea"
Zorionak, Bittor!
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"Construida en 1894, la fábrica de pasta de papel de Olaldea-Orotz Betelu, contando con sofisticada maquinaria y más de doscientos empleados, fue la mayor factoría de Navarra en el siglo XIX. Nunca más, desde su cierre en 1914, ha habido una fábrica de tal calibre en el Pirineo Navarro.
Como en tantos otros lugares de Euskalherria, en Olaldea a orillas del río Irati y unos tres kilómetros aguas arriba del núcleo urbano de Orotz Betelu existía una ferrería, documentada al menos desde el siglo XIV. Precisamente allí, se instaló un alto horno en la primera mitad del siglo XVIII que junto con los de Donamaría y Bertizarana fue de los primeros conocidos en Nafarroa. La fábrica de hierro vivió sus momentos más brillantes entre 1847 y 1892 durante la concesión al iruindarra Francisco Arizti. Al fallecimiento de este y el cierre de la fundición por renuncia de sus herederos, la Diputación se hizo cargo de los terrenos e instalaciones sacándolos a subasta pública en 1893. Habíamos visto en un reportaje anterior como la sociedad papelera “La Navarra” debía importar desde el extranjero la madera necesaria para fabricar la pasta de papel que requería en su fábrica de Atarrabia. Tras valorar como conseguir madera en un lugar más cercano y asequible y conociendo la riqueza de los bosques de Irati, aprovechó el momento y se hizo con la subasta de la fábrica de hierro de Olaldea. Iba a aprovechar parte de sus instalaciones, principalmente la presa y el canal del río Irati, para construir en el lugar la Fábrica de Pasta de Papel de la que hablaremos hoy.
La Fábrica de Papel de Olaldea. Foto Papresa
Casi inmediatamente a la compra, en 1894 se comenzó a construir la nueva planta, como decíamos destinada a fabricar la pasta de celulosa necesaria para alimentar su máquina continua de papel en Villava. La dirección de obra fue llevada por el cantero Melchor San Martin Ripa, oriundo de Hiriberri Deierri y que terminaría fundando la conocida empresa de Construcciones San Martín, aún activa en la actualidad. El coste de la obra se calculó en unos tres millones de pesetas, los requerimientos de materiales eran elevados y la economía de la empresa villavesa no muy boyante, por lo que esta solicitó al Ayuntamiento de Orotz Betelu una serie de privilegios y exenciones en la utilización de caleras, canteras y tejerías. Esto llevó a un importante conflicto de intereses entre el consistorio, apoyado claramente por sus vecinos, y la empresa “La Navarra”. Lejos de llegar a un acuerdo las protestas de los vecinos llegaron a un punto en que el Gobernador Civil tuvo que mandar hasta 40 números de la Guardia Civil para acallar las mismas. Al no contar con cuartel, los guardias se repartieron por las casas y cuando estaban confiados hubo un intento de desarmarlos y reducirlos para devolverlos a Pamplona. Esto no se llegó a hacer efectivo, pero la revuelta terminó con varios detenidos. Aunque finalmente se llegó a un acuerdo, estos conflictivos años de comienzo de la actividad de la papelera, con enfrentamientos continuos entre la dirección de la empresa y los representantes del pueblo, crearon un profundo malestar y una permanente animadversión de los oroztarres hacia los “de la fábrica”, a los que se tachaba con cierto desprecio de forasteros y extraños a las costumbres y forma de vivir propias. Por esta razón, los habitantes del “barrio de Olaldea”, que en aquel momento eran unos cuatrocientos, tantos como los del propio núcleo urbano de Orotz Betelu, hicieron algún intento de constituirse en ayuntamiento propio, aunque no llegaron a conseguirlo.
Una de las primeras obras afrontada fue el recrecimiento y reconstrucción de la presa ya existente en el río. La magnífica obra de ingeniería, que costó unas 400.000 mil pesetas, tiene 7 metros de altura y es una de las pocas construida en piedra de sillería, que se conserva en la actualidad en nuestra comunidad. Del borde izquierdo de la presa, parte una larga rampa de poca inclinación y unos 3 metros de ancho, el pasalís, destinada al paso de las almadías. Ya en aquellos años, se pensaba también en la fauna piscícola y su continuo migrar hacia la cabecera del río por lo que el pasalís cuenta con un lateral escalonado para facilitar su ascenso.
Presa de sillería en el río Irati. Foto V.Gil
Sello de la empresa. Cortesía de J.Garitacelaya
En aquellos años, la introducción de la energía eléctrica, complemento de la hidráulica tanto para mover la maquinaria como para iluminación y posibilidad de trabajo nocturno, supuso un importante avance cualitativo en el incipiente mundo industrial. Años más tarde la energía producida en estos saltos fue llevada por Papelera hasta su gran factoría de Errenteria en un larguísimo tendido de más de 80 kilómetros. La fábrica contaba además, con una gran caldera de vapor cuya esbelta chimenea de ladrillo de unos 25 metros de altura “presidía” el conjunto.
El pasteado consiste en convertir la madera en una masa fibrosa, sometiéndola a procesos mecánicos, químicos o una combinación de ambos. Inicialmente y previamente descortezados, los troncos debían convertirse en pequeños trozos y astillas, manualmente o utilizando una gran rueda en la que se montaban cuchillas de forma radial. En el caso de la pasta mecánica, las astillas de madera pasaban por una desfibradora de muelas de piedra cuyo frotamiento generaba temperaturas de hasta 170˚. El calor provoca el reblandecimiento de la lignina lo que favorece su separación de las fibras, pero las muelas debían trabajar sumergidas en agua para evitar que ese calor fuera excesivo y la madera se quemara. De esta forma, se iba consiguiendo una pulpa cada vez más fina. La desfibración se completaba en bañeras de refino o pilas holandesas, consiguiendo así la pasta de celulosa. Esta pasta elaborada por medios mecánicos dejaba el agua residual relativamente limpia y poco contaminada por lo era nuevamente devuelta al río. Pero también se usaban métodos semiquímicos para conseguir la pasta, utilizando albisulfito o alasosa, cuyos restos también terminaban en el Irati. La utilización de estos productos químicos o el cloro para el blanqueo del papel hoy día está abandonado por evidentes problemas medioambientales.
La fábrica fue al principio exclusivamente de pasta llegando a producir hasta 8 toneladas diarias, que se llevaban en galeras hasta Atarrabia. Cuando en 1901 la producción de la misma excedió la capacidad de hacer papel de la máquina continua de Villava, se llevó una nueva máquina continua de papel a Olaldea desde las instalaciones de la papelera “La Guipuzcoana” de Tolosa. La máquina, tipo Fourdrinier, tenía la peculiaridad de ser probablemente la de más anchura de papel, dos metros, de todas las de la época. Las dificultades para su transporte hasta su destino fueron grandes por su tamaño y por las malas comunicaciones del lugar. Precisamente tras cerrar la fábrica y estando todavía en buen uso, se tuvo que destruir in situ para dedicarla a chatarra ante las dificultades para llevarla a otro lugar.
El interior de la fábrica. Foto Roldán e hijo
Desde el punto de vista administrativo, la fábrica dependía de la sociedad “La Navarra” de Atarrabia, después incluida en el trust Papelera Española. La empresa envió como administrador al empleado villavés Pedro Irure, el cual tomó las riendas tanto de la fábrica como de las difíciles relaciones con el consistorio de Orotz Betelu como alcalde pedáneo del barrio. Gran trabajador y celoso de sus funciones, cuentan sus familiares que quincenalmente hacía el viaje de ida y vuelta andando hasta Atarrabia para llevar la paga de los empleados.
Pedro Irure, administrador de la fábrica
Los cerca de doscientos obreros de la fábrica de Olaldea, como los de Villava y otras papeleras, trabajaban sin descanso día y noche, en relevos de 12 horas. Los turnos se cambiaban semanalmente y el domingo el turno era de 23 horas continuadas. De esta forma, cada trabajador contaba con un solo día festivo por quincena, un domingo cada dos. La empresa intentaba compensar estas duras condiciones de trabajo con la construcción de una casa de obreros y una escuela para sus hijos, haciéndose cargo de los materiales y del sueldo del maestro. Además, la fábrica daba su servicio religioso en una de las naves transformada en capilla y mantenía un economato para sus empleados, economato llevado por Bernardina Iribarren, esposa del administrador Pedro Irure. Tanto la vivienda de este como la casa de obreros tienen hoy día un aceptable estado de conservación y aun están habitadas.
La madera utilizada mayoritariamente para fabricar la pasta era el abeto de Irati y también el abedul, entonces bastante abundante en los alrededores de Olaldea. Sin embargo, los requerimientos de madera de haya, también muy abundante, como combustible tanto en forma de leña o de carbón vegetal eran grandes. En este aspecto es de destacar el ingenioso sistema diseñado por el oroztarre Leopoldo Garmendia para bajar la madera de haya desde los montes cercanos. Construyó una vía de rieles de madera que descendía la ladera del bosque hasta la orilla del río. Allí, en un brusco giro tenía que atravesarlo por un inestable y artesanal puente, también de madera, anclado en una gran roca natural. La gran pendiente y el difícil accionado de los frenos de las vagonetas causaban frecuentes accidentes, pero se ganaba mucho tiempo y esfuerzo en la bajada de la leña.
Vía de madera, puente y presa al fondo. Foto E.Pliego
Cuando ya en la segunda década del siglo XX Nicolás Urgoiti, director gerente de Papelera Española, intentó racionalizar y ordenar la producción de todas las fábricas incluidas en el trust papelero, una de las primeras afectadas fue la fábrica de pasta de Olaldea. El inicio en 1914 de la primera guerra mundial supuso además, un gran hándicap para la industria papelera, al no poder contar con la importación de materias primas. Pero el problema de la dificultad del transporte de la pasta y del papel producido contribuyó de forma primordial al cierre definitivo de la fábrica en 1914. El camino más directo siguiendo el curso del río Irati no se había construido todavía y solo un camino carretero la comunicaba con Garralda, para después tomar la carretera de Artzibar hasta Agoitz.
Las instalaciones quedaron abandonadas hasta que en 1959 sus restos, en este caso incluyendo la chimenea, fueron destruidos totalmente para construir un pequeño grupo de viviendas. Tuve la ocasión de estar presente en aquel derribo y reconozco que a diferencia de la actualidad en que hemos comenzado tímidamente a valorar nuestro patrimonio industrial, para la gente del pueblo aquel día fue un día “de fiesta”, en aras del progreso. Hoy día apenas quedan rastros de las naves, la bonita presa de piedra es aún útil para hacer mover una pequeña turbina generadora de electricidad y la casa de obreros rehabilitada en muchas de sus viviendas, sigue habitada. Pero nadie diría que hace más de cien años existía allí una fábrica que daba empleo a más de doscientos obreros directamente y otros tantos trabajando en el monte. Ya avanzado el siglo XXI Orotz Betelu y Olaldea que sufren el drama del desempleo y la despoblación como todo el pirineo navarro, miran con desconcierto a su pasado, a su lugar de memoria, entre la indignación por la situación actual y la nostalgia de lo que fueron".
El día que se tiró la chimenea en 1959. Foto cedida por A.Legaz
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