2014-05-07

Pampalona/Pampelonne

Centro de Pampelonne 


Pampelonne, a lo lejos, entre los verdes prados de esta zona del departamento del Tarn, en Midi-Pyrénneés.


"A pesar de que habitualmente se afirma que aparte de la nuestra
hay otras 19 Pamplonas en el mundo,
ocho de ellas en Filipinas y las otras once en Sudamérica,
la realidad es que hay una más, aunque muy desconocida,
pese a ser mucho más antigua que cualquiera de las anteriores y,
como es la única que está en Europa, ser la más próxima.
Es la ciudad de Pampelonne
(Pamplona, según la manera de pronunciarla de sus nativos,
porque en occitano, que es su lengua original, el nombre correcto es Pampalona),
situada en la región francesa de Midi-Pyrénneés, departamento del Tarn.
Y tiene, además de una larga y curiosa historia, un equipo de fútbol
que el próximo mes cumple 80 años y se llama A.S. Pamplona,
que viste de rojo y blanco, y cuyo entrenador sigue las andanzas de Osasuna,
un escudo que incorpora las cadenas de Navarra,
una patrona que se llama Notre Dame de Pamplona,
y muchísima curiosidad por conocer a su hermana mayor
y por establecer relaciones con ella.
"Para mí es, además de una ilusión, una obligación", dice Guy Malaterre,
alcalde de la localidad desde las últimas elecciones municipales francesas.

Pampelonne dista de Pamplona 475 kilómetros,
prácticamente todos por autopista o autovía
(la salida desde Albi, que es la capital del Tarn,
está a apenas cinco kilómetros de la población),
y tiene hoy 800 habitantes,
aunque en otros periodos históricos ha llegado a los 2.000.
Todos los que viven allá saben de la existencia de la Pamplona de acá
y de los muchos vínculos históricos que unen a ambas poblaciones
desde hace ya 700 años, aunque nunca se hayan materializado
en algo palpable por puro desconocimiento.

Así como el resto de Pamplonas del mundo están vinculadas
a la conquista de América y a expediciones posteriores
(todas fueron fundadas entre los siglos XVII y XIX),
la creación oficial de Pampelonne se sitúa entre 1280 y 1290
(1285, según algunas fuentes documentales),
y se debe a la aportación de un personaje fundamental
en la historia europea medieval: Eustache de Beaumarché.
Beaumarché fue un senescal, noble y militar francés
que participó en innumerables campañas de guerra por media Europa,
barón de Calvinet y señor de Chambeuil.
Nació en 1235, sin que se sepa muy bien dónde,
aunque en Pampelonne creen que fue en algún lugar indeterminado
entre la Baja Navarra y Pau.
Este hombre tuvo una participación protagonista
en la Guerra de la Navarrería de 1276 [...]

Pampelonne, la francesa, se fundó como una bastida,
es decir, una ciudad amurallada y preparada para la defensa.
Esta es una denominación habitual; de hecho, en Alava, sin ir más lejos,
hay una vieja e histórica localidad llamada Labastida.
Era proverbial la facilidad de Beaumarché para fundar bastides
y para bautizarlas con nombres del otro lado de los Pirineos,
muchos de ellos vinculados a campañas militares.
Dice la leyenda que Beaumarché clavó un día una pica en un lugar concreto
(hoy la plaza del Ayuntamiento) y proclamó que alrededor de ella
iba a fundar Pampelonne y que sería una ciudad amurallada y con fosos.
Y lo fue. Las fotos antiguas atestiguan ambas realidades,
pero las murallas fueron cayendo poco a poco, y los espectaculares fosos,
tapados definitivamente en 1950 por necesidades urbanísticas.
"Y por ignorancia", dice Maria José Malaterre, esposa del alcalde
y persona interesadísima en la historia de su localidad.

Esta mujer siempre había tenido claros dos de los tres cuarteles
del escudo de Pampelonne. En uno de ellos se ve la torre del castillo de Thuriès,
hoy el auténtico símbolo de la localidad, que se alza en las afueras, orgullosa,
junto a algunos restos de la fortificación que quedan en pie,
mirando hacia las profundas gargantas del río Viaur,
que en su día fueron la frontera con Francia, y por avatares históricos,
también con la conquistadora Inglaterra.
En otro hay un jabalí, animal que abunda en la zona,
aunque también, gracias a un símil lingüístico,
puede ser un homenaje a Felipe III el Hardi, el rey francés
que nombró a Beaumarché virrey y gobernador de Navarra.
En el tercero, el más llamativo, desde la fundación en el siglo XIII
figuran unas cadenas sobre fondo rojo, unidas por un diamante en el centro.

Y hasta que en las Jornadas del Patrimonio de hace apenas tres años
(que Pampelonne, como casi toda Francia,
celebra el tercer fin de semana de septiembre),
Marie Jose descubrió la realidad, muchos se preguntaban lo mismo:
qué pintaba aquello en su escudo. Entonces, todas las piezas encajaron:
Pampelonne, Beaumarché, Navarra.
Y lo que era interés por la Pamplona hermana mayor,
aumentó a interés por Navarra en general, que como dice el alcalde Malaterre,
"es muy similar en muchas cosas al Ségala",
el territorio donde se asienta Pampelonne.
(Inciso administrativo: la Francia continental está dividida en 22 regiones,
que a su vez se dividen en departamentos.
Midi-Pyrénneés es la región más grande de todas,
y uno de sus ocho departamentos es el Tarn. Ségala es un terroir,
una zona del Tarn, un término más histórico y geográfico que administrativo).

[...] Dado que en Francia se considera ciudad a toda localidad
que tiene Poste (edificio oficial de Correos), Pampelonne lo es.
La vida gira en torno a dos plazas. Una de ellas, la más grande,
es la plaza del Foirail, que servía entre otras actividades como recinto ferial
(de ganado, básicamente), y que hoy es la única de la zona que conserva
el césped en toda su extensión. Allá está también el único (y hermoso)
bar restaurante de la población (Le Caff), un quiosco, un pozo,
el habitual monumento a los caídos en la guerra mundial,
un Cristo crucificado (pese al secular laicismo francés), y un árbol escultura,
de hierro forrado con libros que aguantan bien a la intemperie,
en cuyo interior hay más libros que te puedes llevar para leer
siempre que a cambio dejes otros.
La otra plaza, unida a la anterior por la Avenida de Viaur
(el nombre del río próximo), es la de Lucien Fabre, escritor
y premio Goncourt en 1923, nacido en la localidad.
Pero en realidad, la población le llama la plaza del Ayuntamiento,
porque allá están este edificio público, además de la farmacia
y la iglesia de Notre Dame de Pamplona, ancha y espaciosa,
que presenta dos imágenes de su titular: una exterior,
a tamaño natural y policromada, y otra interior,
que preside un sencillo aunque rico retablo forrado con pan de oro.
Y en la que, por cierto, ante la falta de vocaciones,
dan misa seglares con regularidad.

En esta plaza es donde clavó la pica Beaumarché para proclamar,
a inicios del siglo XIII, la fundación de la ciudad,
y hasta que hace pocos años fue talado,
un gran árbol recordó durante decenios este punto.
También hay un pozo que se considera el primitivo,
el que dio origen a la población.

Esta es tierra cátara (los cátaros o perfectos, son también llamados albigenses,
por ser la cercana Albi su cuna), y la de los cátaros es una historia
que se entremezcla con todas las demás historias.
Algunas bastidas fueron fundadas también para defender a esta población,
asediada desde la sangrienta cruzada que el Papado y Francia,
por intereses religiosos, pero también políticos, lanzaron contra ella,
acusándola de herejes, entre 1209 y 1244,
aunque habría en la zona personas que practicaban esta religión
hasta bien entrado el siglo XV.

Sea como fuere, los límites de lo que fue la antigua bastida
están hoy perfectamente definidos en el centro del casco antiguo,
donde sobrevive en magnífico estado un enorme palacete,
el llamado Castillo de Pamplona,
en el que vive una restauradora e interiorista cuyo trabajo
excede de las fronteras de Francia,
llamada Catherine-Hélène Frei von Auffenberg,
que lo tiene convertido en casa-museo-exposición
(vende todo lo que hay dentro, y hay muchísimas cosas de valor).
Visitarlo, si se puede, es imprescindible para quien vaya allá.

Pampelonne es en la actualidad una pequeña pero dinámica población,
situada en un alto (a 450 metros de altitud sobre el nivel del mar,
similar a Pamplona), en un entorno verde verdísimo.
Dice su alcalde que recibe tres influencias climatológicas
por lo privilegiado de su situación: la continental, la atlántica y la mediterránea,
y de ahí la variedad y riqueza de su exuberante mundo natural
(más de 60 especies catalogadas de árboles y arbustos,
además de una rica fauna, sobre todo aves),
que se puede explorar en seis paseos ya marcados, más un séptimo botánico,
con especies bien señaladas para los visitantes.

Entre los orgullos de Pampelonne está su central eléctrica,
situada en el fondo de las gargantas del Viaur, junto al río
(que hace un largo y bonito bucle que rodea a la población),
que fue fundada en 1922 y hoy funciona a la perfección con la maquinaria original.
Enfrente de ella hay un molino, que ha trabajado haciendo aceite de nueces
(el nogal es omnipresente en la zona) y de colza, además de con trigo
y centeno (que ha sido históricamente cultivo fundamental,
y que dio nombre a la región natural del Ségala).
Y deberían estarlo, aunque no le den importancia,
de que en tan exigua población haya dos urinarios públicos en perfecto estado.
También alardean los pamploneses, porque ese es su gentilicio,
de sus tres escuelas, con seis aulas, que acogen a 150 alumnos,
tanto de la localidad como de los alrededores.
Y, por supuesto, de su intensa vida cultural,
que ahora esperan enriquecer con futuros contactos e intercambios,
tanto con Pamplona como con Navarra en general.
"Para nosotros será un honor y un sueño", concluye el alcalde.

Revelar la existencia de Pampelonne
sin duda empujará a muchos a hacer turismo por la zona.
Pampelonne tiene cámping
(en plena naturaleza, y abre entre el 15 de junio y el 15 de septiembre)
y un albergue rural, pero si la visita acaba pronto,
en los alrededores hay muchísimos atractivos:
Albi. La capital del departamento tiene,
además de su espectacular catedral de Santa Cecilia,
el no menos espectacular Museo Toulouse-Lautrec (el pintor nació aquí),
dentro del Palacio de la Berbie.
Dista de Pamplona apenas 30 kilómetros por autovía.
Alojamientos de todo tipo.
Cordes-sur-ciel. Otra bastida medieval, esta perfectamente conservada.
Construida para defender a los cátaros,
es uno de los grandes atractivos turísticos del Tarn,
además de un viaje al pasado en toda regla. A 50 kilómetros.
Tanus. De esta localidad, situada a apenas 8 kilómetros,
destaca su viaducto de hierro para el tren, conocidísimo en Francia,
obra de un alumno de Gustave Eiffel.
Las Planques. A apenas cinco kilómetros de Pampelonne
hay unas magníficas ruinas romanas,
con una iglesia a la que solo se puede llegar caminando.
Valle del Viaur. El río marca la agreste orografía de la zona,
pero además de su riqueza naturalística esconde a Lagarde de Viaur,
localidad histórica donde entrar en contacto de primera mano con la historia cátara.
Fue el último pueblo que destruyó Simon de Montfort,
el Torquemada local y protagonista de la cruzada albigense
(es decir, de la matanza inquisitorial de los practicantes de esta creencia).
Sucedió en 1215.
Monestiés. Pueblo medieval situado a apenas un cuarto de hora en coche,
residencia de verano de la nobleza de Albi,
construido alrededor de un histórico monasterio.
Alberga 22 esculturas gigantes de motivos religiosos.
Toulouse. Y para quien quiera entrar en contacto con la gran ciudad,
Toulouse, con su medio millón de habitantes,
está a poco menos de cien kilómetros de Pampelonne".



Diario de Noticias de Navarra                      
1-5-2014                      
(resumen de un reportaje de M. Larramendi)                      


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