"A pesar de que
habitualmente se afirma que aparte de la nuestra
hay otras 19 Pamplonas
en el mundo,
ocho de ellas en Filipinas y las otras once en Sudamérica,
la realidad es que hay una más, aunque muy desconocida,
pese a ser
mucho más antigua que cualquiera de las anteriores y,
como es la única
que está en Europa, ser la más próxima.
Es la ciudad de Pampelonne
(Pamplona, según la manera de pronunciarla de sus nativos,
porque en
occitano, que es su lengua original, el nombre correcto es Pampalona),
situada en la región francesa de Midi-Pyrénneés, departamento del Tarn.
Y
tiene, además de una larga y curiosa historia, un equipo de fútbol
que
el próximo mes cumple 80 años y se llama A.S. Pamplona,
que viste de
rojo y blanco, y cuyo entrenador sigue las andanzas de Osasuna,
un
escudo que incorpora las cadenas de Navarra,
una patrona que se llama
Notre Dame de Pamplona,
y muchísima curiosidad por conocer a su hermana
mayor
y por establecer relaciones con ella.
"Para mí es, además de una
ilusión, una obligación", dice Guy Malaterre,
alcalde de la localidad
desde las últimas elecciones municipales francesas.
Pampelonne dista de Pamplona 475 kilómetros,
prácticamente
todos por autopista o autovía
(la salida desde Albi, que es la capital
del Tarn,
está a apenas cinco kilómetros de la población),
y tiene hoy
800 habitantes,
aunque en otros periodos históricos ha llegado a los
2.000.
Todos los que viven allá saben de la existencia de la Pamplona de
acá
y de los muchos vínculos históricos que unen a ambas poblaciones
desde hace ya 700 años, aunque nunca se hayan materializado
en algo
palpable por puro desconocimiento.
Así como
el resto de Pamplonas del mundo están vinculadas
a la conquista de
América y a expediciones posteriores
(todas fueron fundadas entre los
siglos XVII y XIX),
la creación oficial de Pampelonne se sitúa entre
1280 y 1290
(1285, según algunas fuentes documentales),
y se debe a la
aportación de un personaje fundamental
en la historia europea medieval:
Eustache de Beaumarché.
Beaumarché fue un senescal, noble y militar francés
que
participó en innumerables campañas de guerra por media Europa,
barón de
Calvinet y señor de Chambeuil.
Nació en 1235, sin que se sepa muy bien
dónde,
aunque en Pampelonne creen que fue en algún lugar indeterminado
entre la Baja Navarra y Pau.
Este hombre tuvo una participación protagonista
en la Guerra
de la Navarrería de 1276 [...]
Pampelonne,
la francesa, se fundó como una bastida,
es decir, una ciudad amurallada
y preparada para la defensa.
Esta es una denominación habitual; de
hecho, en Alava, sin ir más lejos,
hay una vieja e histórica localidad
llamada Labastida.
Era proverbial la facilidad de Beaumarché para fundar
bastides
y para bautizarlas con nombres del otro lado de los Pirineos,
muchos de
ellos vinculados a campañas militares.
Dice la leyenda que Beaumarché clavó un día una pica en un
lugar concreto
(hoy la plaza del Ayuntamiento) y proclamó que alrededor
de ella
iba a fundar Pampelonne y que sería una ciudad amurallada y con
fosos.
Y lo fue. Las fotos antiguas atestiguan ambas realidades,
pero
las murallas fueron cayendo poco a poco, y los espectaculares fosos,
tapados definitivamente en 1950 por necesidades urbanísticas.
"Y por
ignorancia", dice Maria José Malaterre, esposa del alcalde
y persona
interesadísima en la historia de su localidad.
Esta mujer siempre había tenido claros dos de los tres
cuarteles
del escudo de Pampelonne. En uno de ellos se ve la torre del
castillo de Thuriès,
hoy el auténtico símbolo de la localidad, que se
alza en las afueras, orgullosa,
junto a algunos restos de la
fortificación que quedan en pie,
mirando hacia las profundas gargantas
del río Viaur,
que en su día fueron la frontera con Francia, y por
avatares históricos,
también con la conquistadora Inglaterra.
En otro hay un jabalí, animal que abunda en la zona,
aunque
también, gracias a un símil lingüístico,
puede ser un homenaje a Felipe
III el Hardi, el rey francés
que nombró a Beaumarché virrey y gobernador
de Navarra.
En el tercero, el más llamativo, desde la fundación en el
siglo XIII
figuran unas cadenas sobre fondo rojo, unidas por un diamante
en el centro.
Y hasta que en las Jornadas del Patrimonio de hace apenas
tres años
(que Pampelonne, como casi toda Francia,
celebra el tercer
fin de semana de septiembre),
Marie Jose descubrió la realidad, muchos
se preguntaban lo mismo:
qué pintaba aquello en su escudo. Entonces,
todas las piezas encajaron:
Pampelonne, Beaumarché, Navarra.
Y lo que
era interés por la Pamplona hermana mayor,
aumentó a interés por Navarra
en general, que como dice el alcalde Malaterre,
"es muy similar en
muchas cosas al Ségala",
el territorio donde se asienta Pampelonne.
(Inciso administrativo: la Francia continental está dividida
en 22 regiones,
que a su vez se dividen en departamentos.
Midi-Pyrénneés
es la región más grande de todas,
y uno de sus ocho departamentos es el
Tarn. Ségala es un
terroir,
una zona del Tarn, un término más histórico y geográfico que administrativo).
[...] Dado que en Francia se considera ciudad a toda localidad
que tiene
Poste
(edificio oficial de Correos), Pampelonne lo es.
La vida gira en torno a
dos plazas. Una de ellas, la más grande,
es la plaza del Foirail, que
servía entre otras actividades como recinto ferial
(de ganado,
básicamente), y que hoy es la única de la zona que conserva
el césped en
toda su extensión. Allá está también el único (y hermoso)
bar
restaurante de la población (Le Caff), un quiosco, un pozo,
el habitual
monumento a los caídos en la guerra mundial,
un Cristo crucificado (pese
al secular laicismo francés), y un árbol escultura,
de hierro forrado
con libros que aguantan bien a la intemperie,
en cuyo interior hay más
libros que te puedes llevar para leer
siempre que a cambio dejes otros.
La otra plaza, unida a la anterior por la Avenida de Viaur
(el
nombre del río próximo), es la de Lucien Fabre, escritor
y premio
Goncourt en 1923, nacido en la localidad.
Pero en realidad, la población
le llama la plaza del Ayuntamiento,
porque allá están este edificio
público, además de la farmacia
y la iglesia de Notre Dame de Pamplona,
ancha y espaciosa,
que presenta dos imágenes de su titular: una
exterior,
a tamaño natural y policromada, y otra interior,
que preside
un sencillo aunque rico retablo forrado con pan de oro.
Y en la que, por
cierto, ante la falta de vocaciones,
dan misa seglares con regularidad.
En esta plaza es donde clavó la pica Beaumarché para
proclamar,
a inicios del siglo XIII, la fundación de la ciudad,
y hasta
que hace pocos años fue talado,
un gran árbol recordó durante decenios
este punto.
También hay un pozo que se considera el primitivo,
el que
dio origen a la población.
Esta es tierra cátara (los cátaros o
perfectos, son
también llamados albigenses,
por ser la cercana Albi su cuna), y la de
los cátaros es una historia
que se entremezcla con todas las demás
historias.
Algunas bastidas fueron fundadas también para defender a esta
población,
asediada desde la sangrienta cruzada que el Papado y
Francia,
por intereses religiosos, pero también políticos, lanzaron
contra ella,
acusándola de herejes, entre 1209 y 1244,
aunque habría en
la zona personas que practicaban esta religión
hasta bien entrado el
siglo XV.
Sea como fuere, los límites de lo que fue la antigua bastida
están hoy perfectamente definidos en el centro del casco antiguo,
donde
sobrevive en magnífico estado un enorme palacete,
el llamado Castillo de
Pamplona,
en el que vive una restauradora e interiorista cuyo trabajo
excede de las fronteras de Francia,
llamada Catherine-Hélène Frei von
Auffenberg,
que lo tiene convertido en casa-museo-exposición
(vende todo
lo que hay dentro, y hay muchísimas cosas de valor).
Visitarlo, si se
puede, es imprescindible para quien vaya allá.
Pampelonne es en la actualidad una pequeña pero dinámica
población,
situada en un alto (a 450 metros de altitud sobre el nivel
del mar,
similar a Pamplona), en un entorno verde verdísimo.
Dice su
alcalde que recibe tres influencias climatológicas
por lo privilegiado
de su situación: la continental, la atlántica y la mediterránea,
y de
ahí la variedad y riqueza de su exuberante mundo natural
(más de 60
especies catalogadas de árboles y arbustos,
además de una rica fauna,
sobre todo aves),
que se puede explorar en seis paseos ya marcados, más
un séptimo botánico,
con especies bien señaladas para los visitantes.
Entre los orgullos de Pampelonne está su central eléctrica,
situada en el fondo de las gargantas del Viaur, junto al río
(que hace
un largo y bonito bucle que rodea a la población),
que fue fundada en
1922 y hoy funciona a la perfección con la maquinaria original.
Enfrente
de ella hay un molino, que ha trabajado haciendo aceite de nueces
(el
nogal es omnipresente en la zona) y de colza, además de con trigo
y
centeno (que ha sido históricamente cultivo fundamental,
y que dio
nombre a la región natural del Ségala).
Y deberían estarlo, aunque no le
den importancia,
de que en tan exigua población haya dos urinarios
públicos en perfecto estado.
También alardean los pamploneses, porque ese es su gentilicio,
de sus tres escuelas, con seis aulas, que acogen a 150 alumnos,
tanto
de la localidad como de los alrededores.
Y, por supuesto, de su intensa
vida cultural,
que ahora esperan enriquecer con futuros contactos e
intercambios,
tanto con Pamplona como con Navarra en general.
"Para
nosotros será un honor y un sueño", concluye el alcalde.
Revelar la existencia de Pampelonne
sin duda empujará a muchos
a hacer turismo por la zona.
Pampelonne tiene cámping
(en plena
naturaleza, y abre entre el 15 de junio y el 15 de septiembre)
y un
albergue rural, pero si la visita acaba pronto,
en los alrededores hay
muchísimos atractivos:
Albi. La capital del departamento tiene,
además de su
espectacular catedral de Santa Cecilia,
el no menos espectacular Museo
Toulouse-Lautrec (el pintor nació aquí),
dentro del Palacio de la
Berbie.
Dista de Pamplona apenas 30 kilómetros por autovía.
Alojamientos
de todo tipo.
Cordes-sur-ciel. Otra bastida medieval, esta perfectamente
conservada.
Construida para defender a los cátaros,
es uno de los
grandes atractivos turísticos del Tarn,
además de un viaje al pasado en
toda regla. A 50 kilómetros.
Tanus. De esta localidad, situada a apenas 8 kilómetros,
destaca su viaducto de hierro para el tren, conocidísimo en Francia,
obra de un alumno de Gustave Eiffel.
Las Planques. A apenas cinco kilómetros de Pampelonne
hay unas
magníficas ruinas romanas,
con una iglesia a la que solo se puede
llegar caminando.
Valle del Viaur. El río marca la agreste orografía de la zona,
pero además de su riqueza naturalística esconde a Lagarde de Viaur,
localidad histórica donde entrar en contacto de primera mano con la
historia cátara.
Fue el último pueblo que destruyó Simon de Montfort,
el
Torquemada local y protagonista de la cruzada albigense
(es decir, de
la matanza inquisitorial de los practicantes de esta creencia).
Sucedió
en 1215.
Monestiés. Pueblo medieval situado a apenas un cuarto de hora
en coche,
residencia de verano de la nobleza de Albi,
construido
alrededor de un histórico monasterio.
Alberga 22 esculturas gigantes de
motivos religiosos.
Toulouse. Y para quien quiera entrar en contacto con la gran
ciudad,
Toulouse, con su medio millón de habitantes,
está a poco menos
de cien kilómetros de Pampelonne".