"Aunque han sabido adaptarse a las modernidades propias del siglo XXI, los canteros que hoy en día siguen ejerciendo este oficio en peligro de extinción conservan intacto el prestigio alcanzado en el mundo de la restauración, al valerse de técnicas ancestrales para labrar la piedra. Es el caso del olitense Valeriano Jaurrieta Abaurre, en cuyo taller, el único de la Zona Media, ha creado piezas que se exhiben a lo largo y ancho de la geografía navarra. Y es que ha participado en la restauración del Palacio Real de Olite, de la iglesia de San Saturnino de Artajona, de Santa María la Real de Sangüesa y ha rehabilitado desde la portada del albergue nuevo de Roncesvalles hasta la Escuela de Idiomas de Pamplona, pasando por una fuente situada en el patio del Palacio de Guendulain o la fuente de la Virgen de Roncesvalles. Eso sin contar los múltiples puentes, arcos de piedra, esculturas, escudos o pavimentos que ahora lucen como nuevos gracias a sus prodigiosas manos.
Pese a ser una persona muy valorada en este sector, el cantero lamenta que su oficio esté tan poco reconocido. La crisis también ha contribuido a la hora de que “tanto los ayuntamientos como el Gobierno de Navarra apuesten más por restauraciones conservadoras, para que las cosas no se deterioren más de lo que están, en lugar de cambiar una piedra. Eso se ha convertido en un artículo de lujo”, asegura.
No obstante hasta alcanzar el prestigio del que goza actualmente, Jaurrieta ha tenido que trabajar “muy duro”, dado que el oficio de cantero, reconoce, requiere “mucha capacidad de sufrimiento”. “Por las herramientas que utilizamos estamos todo el día sometidos a 120 decibelios, siempre con tapones y auriculares, y expuestos al polvo con el riego que conlleva de contraer silicosis”, subraya.
Cabe destacar también que Valeriano ejerce hoy en día esta profesión por casualidad. “Todos los veranos solía hacer cursillos de fontanería o soldadura y cuando tenía 15 o 16 años salió uno de cantería y me apunté sin saber en qué consistía”, confiesa. Tanto es así que cuando abrieron las puertas del local en el que se iba impartir el curso dijo “anda, si va a ser lo de trabajar la piedra”, reconoce sin poder contener la risa. Su profesor Luis Ruiz, más conocido como Cantarín, fue el que tras descubrir sus cualidades le animó a seguir formándose en Tafalla. “Me había matriculado en Mecánica pero me convenció diciéndome que era una profesión con futuro, que estaba repuntando otra vez y que había demanda de canteros”, explica.
Jaurrieta hace un inciso para recordar que este oficio “prácticamente desapareció durante los años de la Guerra Civil, pero aquí tuvimos la suerte de que el Gobierno de Navarra puso un taller poco antes de que estallase la guerra dentro del Castillo de Olite, en lo que ahora es el Parador, para empezar a restaurar las ruinas del castillo (declarado monumento nacional en el año 1925), las catedrales de Pamplona y Tudela, el monasterio de Fitero, o Santa María de Ujué. Gracias a eso, el oficio de la cantería no se ha llegado a extinguir nunca en Olite”, relata.
Tal era su preparación, que Valeriano logró sacar una plaza en el taller de la Diputación de Navarra antes de acabar el curso que estaba realizando en Tafalla. Tras una década trabajando allí, en el año 2000 decidió abrir su propia empresa. Poco después el taller de la Diputación cerró sus puertas.
Preguntado por las cualidades que debe tener un cantero, Jaurrieta responde que debe tener “facilidad para el dibujo y para trabajar la piedra, el hierro y la madera porque al ser un material tan pesado te tienes que valer de artilugios o armazones para transportar la piedra”.
En cuanto a las herramientas que utiliza, explica que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos pero “sin perder la esencia”. “La maceta de mano la hemos sustituido por martillos neumáticos, pero básicamente es lo mismo. Utilizamos el mismo tipo de cincel, pero con materiales más duros porque han ido evolucionando, gradinas, punteros, escafilador… las herramientas de siempre, vaya”, indica.
Junto a Valeriano trabaja desde hace 14 años su mujer, Agustina Rodríguez Orduña, quien asegura que la de cantero es una profesión “dura”. “Recibes muchas palmaditas en la espalda, pero es poco gratificante”, de ahí que se haya decidido a patentar un invento, de nombre Protesalpic (protege salpicaduras), con el que pretende revolucionar el mundo de la limpieza. Se trata de una especie de persiana que se coloca debajo de la campana extractora, de tal forma que permite al usuario proteger el frente de la cocina con un papel ignífugo y recambiable en el que se puede escribir como si de una pizarra se tratase. “Siempre me han dado guerra las salpicaduras. De hecho ponía cartones y papeles para evitar limpiar y así ahorrarme un trabajo. La sorpresa fue cuando me encontré con que no era una manía mía, sino que había más gente que lo hacía. Por eso decidí patentarlo”, explica. Este nuevo producto se comercializará en uno o dos meses. Por el momento se está elaborando un vídeo promocional y diseñando una web".
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